sábado, 13 de febrero de 2016

Problemas que se solucionan solos

A partir de la lectura del editorial de José Luis Quintana titulado "La tentación de tratar enfermedades banales; AMF 2013", coloqué este consejor en mi habitual sección de "Carteles en la puerta de la consulta". Recientemente se ha planteado desde el Colegio de Médicos de Bizkaia, una iniciativa a través de la cual alertar sobre la excesiva medicalización de la vida. En este vídeo se nos invita a pararnos a pensar si no estaremos, entre todos, contemplando algunas situaciones normales, producto del hecho de vivir, como si fueran enfermedades. #AsiEsLaVida




"La tentación de tratar enfermedades banales; AMF 2013"
La patología banal es un motivo habitual en las consultas de Atención Primaria, pero no es menos cierto que la actitud que los médicos tenemos en esta consulta, no es la de intentar mejorar la situación, sino incluso la de promoverla. Si ante la rozadura de un zapato, en un paciente sano, solicitamos a la enfermera que le cure, habremos sugerido a los pacientes sanos que las erosiones cutáneas precisan ser valoradas por sanitarios. Por lo tanto, en la siguiente ocasión que el paciente se vea ante igual circunstancia, volverá para ser atendido. Si cuando un paciente consulta por infección respiratoria leve se prescribe, por sistema, paracetamol, los pacientes aprenderán que las infecciones respiratorias se tratan con analgésicos, como en su tiempo pasó con la amoxicilina.
Tratamos situaciones normales. Ya se ha citado el caso no tan raro de adolescentes que acuden solos o son acompañados por la familia a la consulta porque han roto con su pareja. También vienen universitarios que están nerviosos y cansados en temporada de exámenes. Realmente son personas que sufren y los médicos nos sentimos obligados a «hacer algo». El problema es que con esta actitud ante otro problema banal, situación que pueda resolverse sola o inevitable crisis vital, el paciente volverá a la consulta. Tratando problemas que evolucionarán favorablemente sin nuestra intervención, e indicar fármacos en enfermedades banales y autolimitadas tiene  un éxito garantizado, salvo por los temibles efectos secundarios de la medicación superflua, pero el paciente va perdiento su capacidad de autoayuda y autocuidado. 
Deberíamos rescatar la honestidad de insistir en que muchos problemas se curarán con o sin médico, sin alarmismo ni intervencionismos innecesarios. Explicando al paciente lo que le ocurre, la necesidad o no de intervenir, mostrarle la posibilidad de esperar y ver, devolviéndole la responsabilidad. Debemos hacerle saber honradamente las posibilidades de resolución espontánea, las probabilidades de salir de un problema menor por sí solo, y ofrecerle ayuda si así no sucede. La «medicalización» de lo normal y lo cotidiano va mal a los pacientes. Acudir al médico cuando se está realmente enfermo es un acierto, y hacerlo cuando no se está puede ser peligroso.
Como se desprende de algunos de los diez puntos indicados por el comité de redacción en el editorial de la revista AMF 2014;10(1):2-3titulado "Quietos estaremos más guapos".
  1. En medicina, «cuanto más mejor» no suele ser la opción más adecuada. «Doctor, hágame un análisis bien completo.» La normalidad de un análisis es, en general, un parámetro estadístico. La probabilidad de que algún parámetro salga alterado es directamente proporcional al número de parámetros analizados. ¿Qué ocurre cuando algo sale alterado? «Quien no sabe lo que busca no entiende lo que encuentra.» Es peligroso correr ese riesgo. 
  2. Ninguna intervención médica, ningún fármaco, están exentos de riesgo. A menudo, por esa necesidad imperiosa de «hacer algo», en especial en problemas banales, indicamos algún fármaco, presumiblemente inocuo, con la idea de que «daño no hará». Sin embargo, los simples suplementos de calcio, los antioxidantes, los multivitamínicos/minerales, etc., han demostrado que pueden entrañar algún riesgo, a cambio de un beneficio nulo. 
  3. Sobre el concepto de salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS); «El completo estado de bienestar…» que define la salud como un estado cuando la salud real, la que percibimos cada día, es más bien una actitud, una forma de vida, una adaptación a la propia realidad. Debemos tener en cuenta que generar una expectativa maximalista es causa de malestar, enfermedad y medicalización. 
  4. Cada síntoma requiere una respuesta terapéutica. Esta es una creencia bastante arraigada en nuestra sociedad, y como miembros de ella, losmédicos  tenemos la tendencia a evitar el «esperar y ver» y aplicar el «no esperar y hacer».  Esto puede generar dos problemas: 1) los efectos secundarios del tratamiento y/o medidas indicadas; 2) el falso aprendizaje de todo merece una intervención médica y/o farmacológica ante la mejoria que sin esta podria haber ocurrido. 
  5. Debemos intentar adaptar la enfermedad a nuestra forma de vida, no nuestra vida a la enfermedad. Por paternalismo, pese a la incertidumbre, a menudo es el médico quien decide según su criterio y no según los valores del paciente.

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